jueves, 12 de diciembre de 2013

EL ESCUDO DE LA FE


El Escudo de la Fe es una metáfora de nuestra voluntad para afirmar nuestras dediciones en la vida diaria. Tiene su fundamento en la idea de que nuestras palabras influyen de manera directa en lo que pensamos y lo que hacemos, y por consecuencia en las circunstancias que se nos presentan.
La Biblia habla del Escudo de la Fe en Efesios diciendo que “sobre todo” debemos tomar el Escudo de la Fe para defendernos de los “dardos” del “enemigo”. Literalmente dice “apagarlos”. En la Biblia, los dardos del enemigo se interpretan como pensamientos. En este caso, hablamos de pensamientos negativos que van en contra de lo que nosotros buscamos hacer con nuestra vida. Si deseamos ser felices, ser amables, ser amorosos, ser compasivos con los demás, ser prósperos, ser exitosos en nuestro trabajo o en el negocio. Estos “dardos” pueden ser apagados con nuestras propias palabras, afirmando siempre lo que decidimos ser.

En la historia de David y Goliat se cuenta que Saúl quiso vestir a David con su propia armadura para pelear con Goliat, pero David no podía ni siquiera caminar con ella. “Yo no puedo andar con esto” replicó David, porque jamás lo había hecho. Así que se quitó la armadura y la tiró al piso. Él fue a enfrentarse con Goliat solo con su Fe.

A nosotros a veces nos pasa lo mismo, queremos enfrentar a nuestros gigantes poniéndonos armaduras ajenas y muy pesadas. Intentando miles de cosas para superar las crisis, menos lo que David hizo: confiar en su Poder Superior, usar el Escudo de la Fe.
Cuando tenemos una discusión con alguien, o se nos acusa de algo, inmediatamente nosotros nos defendemos, ¿cómo lo hacemos? Generalmente con palabras, con ellas nos comunicamos, nos entendemos, nos persuadimos y expresamos muchísimas cosas, incluso con palabras creamos arte o creamos engaño y calamidad. Bien, la palabra tiene gran importancia en nuestras vidas, tanto que en el pasado no existían contratos, todo era por palabra, y la palabra valía y mucho.
La Biblia dice en Proverbios 18:21 que en la lengua hay poder de vida y muerte. Y esto es una verdad con la que funciona nuestro escudo. Son las palabras que pronunciamos las que refuerzan o merman nuestras experiencias. Si deseamos lograr una determinada experiencia en nuestras vidas, la vía más fácil es primero afirmarlo.

Muchas veces creemos que para cambiar nuestras vidas primero hay que cambiar nuestro pensamiento. Esto puede funcionar, pero la mayoría de las veces no funciona, ¿Te ha pasado? Intentas cambiar tu manera de pensar respecto a algo pero terminas reaccionando igual. Te sientes frustrado pero estás convencido que no puedes evitarlo. Es porque estamos acostumbrados a pensar de cierta manera. Incluso en el cerebro, las terminales de las neuronas están acomodadas por nuestros patrones de pensamientos, tienen un orden ya determinado para la sinapsis. Sin embargo, estas pueden cambiar de lugar, pueden “reprogramarse” por así decirlo, pero la manera de hacerlo es primero cambiar nuestras palabras, y lo siguiente es pronunciarlas una y otra vez hasta lograr un convencimiento que hará que las neuronas cambien de lugar, y así en automático ya tendremos una nueva forma de pensar.

Por eso algunas filosofías hablan de los decretos y afirmaciones como verdades espirituales, realmente lo son, pero también funcionan a nivel orgánico, así que es algo que podemos practicar todos los días. Afirmar algo implica que estamos nombrando algo que es real, el cerebro lo registrará así. ¿Has escuchado la definición de fe que da la Biblia? Es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Nombrar las cosas que no son como si fueran.
Quizás no sea una tarea fácil, porque en varios niveles estamos ya programados para reaccionar, pero con la práctica esto puede cambiar en todos los niveles y para todas las áreas que elijamos. Te invito a pensar en algo que desees para tu vida, una experiencia que quieras tener. Luego escríbela y pronúnciala todos los días, tenla a la mano o apréndela de memoria. Lo mejor para una afirmación es pensarla en modo positivo, en tiempo presente y en primera persona. Con la práctica de esta afirmación estarás trabajando con tu Escudo de la Fe y pronto lograrás realizar muchos cambios conforme tú desees.

miércoles, 10 de julio de 2013

MEDITANDO

Meditar es concentrarse en el aquí y el ahora, es darnos un tiempo para hacernos conscientes de nosotros mismos y nuestra realidad en el momento presente. Pero más allá, también es un momento en el que contactamos con nuestro Ser Superior en un acto de contemplación.

“La meditación es el camino hacia la iluminación”.
El Libro Tibetano de la Vida y la Muerte, Sogyal Rinpoche.

La palabra “meditación” viene del latín “meditatio” que se refiere a un ejercicio mental de concentración. Por eso a veces, sobre todo en occidente, diferenciamos la palabra “meditación” de la palabra “contemplación”, siendo la primera palabra aplicada a cualquier esfuerzo intelectual y la  segunda aplicada a los ámbitos religiosos y espirituales. Sin embargo en oriente esta diferenciación es muy sutil significando casi lo mismo.

Es difícil trazar la historia de la meditación pero los datos sugieren que incluso en épocas prehistóricas civilizaciones más antiguas utilizan cantos repetitivos y rítmicos con los que llegaban a un estado de concentración, lo cual se considera una manera de meditar.
Algunos de los primeros registros escritos de la meditación, provienen de las tradiciones de la India, del año 1500 antes de Cristo. Por otra parte se han descubierto en la India figuras y grabados que han sido rastreados al año 3000 antes de Cristo, en donde se representa la clásica postura de meditación (Flor de Loto) por lo que se cree que la meditación tiene al menos 5 mil años de antigüedad.

La ruta del comercio facilitó la introducción de prácticas orientales, tal como la meditación, en otros países orientales. Fue cuestión de tiempo para que la meditación se moviera hacia Japón en el siglo 8, hacia el Medio Oriente y hacia Europa durante la Edad Media. En la época de 1980 se introdujo la meditación y otras prácticas orientales a Occidente a través de líderes religiosos traídos desde la india que propagaron el mensaje y práctica de la meditación oriental.

Actualmente la meditación es tema común en todo el mundo, y aunque sus fines no han cambiado, también se ha descubierto su beneficio en situaciones de estrés, relajación y salud, así como una mejora personal general.

CARACTERISTICAS DE LA MEDITACIÓN.

La meditación se caracteriza normalmente por tener algunos de estos rasgos:

1. Concentración de la mente en un objeto interior.
2. Repetición de una frase sagrada.
3. Elección de una postura adecuada a la meditación.
4. Respiración constante y natural.

Todos podemos meditar. La meditación realmente no le pertenece a nadie en particular, a ninguna región o religión, pues es universal. Es propiedad de todos así como lo es el sueño, es de la humanidad y podemos familiarizarnos rápidamente con ella porque queramos o no a veces lo hacemos naturalmente durante el día al concentrarnos para realizar alguna actividad. Aunque hablando claramente estas maneras son externas porque la concentración se dirige hacia afuera. La meditación como tal es hacia el interior y tiene múltiples beneficios:


  • Elimina tensiones
  • Libra de enfermedades
  • Nos hace más diestros
  • Nuestra conciencia interior se expande
  • Calma la mente
  • Reduce el estrés
  • Nos da mayor alegría
  • Nos conecta con Dios
  • Nos llena de paz
  • Desarrolla nuestra intuición


Pero meditamos para acercarse al Ser. Para despertar una energía divina que radica en nosotros pero que con nuestras propias herramientas no somos capaces de ver. Las escrituras dicen que no meditamos para alcanzar a Dios, sino para percibir a Dios que ya está en nuestro interior.

¿En qué debemos meditar? Bueno, la gente medita en todo tipo de objetos y recomienda muchas técnicas diferentes. Es necesario, al principio, el tipo de concentración en la que uno dirige su atención hacia un objeto determinado para calmar y enfocar la mente. La gente que medita suele estar más relajada en su vida cotidiana y tener mayor paz.

PREPARARNOS PARA MEDITAR.

Es bueno reservar un lugar exclusivo para meditar, las vibraciones que se generan en una sesión de meditación se van acumulando en el lugar específico y hasta en las ropas, también es bueno meditar siempre a la misma hora todos los días.
Una actitud en calma basta para entrar en estado meditativo, sin forzar nada y permaneciendo con uno mismo. Debemos entregarnos por completo a la meditación, y así crear una atmosfera adecuada para que la meditación pueda ocurrir de manera natural.

Existen cuatro prácticas fundamentales para lograr este efecto:

1. Concentración de la mente en un objeto interior.

Todos tenemos la capacidad de concentrarnos en un objeto o en una tarea. En la meditación cambiamos en enfoque de afuera hacia adentro. Nos concentramos en el interior; en un acto que sucede en el interior. Para empezar puede ser nuestra propia respiración. Pero con el tiempo la concentración nos lleva al estado del Ser.

2. Repetición de una frase sagrada.

Esto se conoce también como “Mantra”. Palabras sagradas cargadas de cierto poder que nos puede influir en muchos niveles debido a su vibración. La repetición de un mantra es una práctica común en el mundo de la meditación, además ayuda a calmar la mente y mantenerla enfocada. Un ejemplo es el mantra: Om Namah Shivaya (Honro a la Divinidad Interior).

3. Elección de una postura adecuada a la meditación.

La postura para meditar es bien conocida como asana. Se recomienda tener una postura erguida y firme. Cuando el cuerpo se mantiene en esta posición presenta la mejor alineación del sistema de energía, el mejor flujo posible de energía espiritual. Se dice que la postura correcta de meditación es la que permite a uno permanecer sentado cómodamente por un largo tiempo: columna firme y recta alineada con la cabeza, así también la mente se estabiliza en el corazón.
Hay tres posturas recomendadas: tenderse en el suelo (postura del cadáver); postura del loto; y postura de medio loto.

4. Respiración constante y natural.

Se refiere al proceso de respiratorio. Esto se relaciona con una mayor sensibilidad y una mejor conexión con nuestros sistemas energéticos. Además, la mente y la respiración se hallan íntimamente relacionadas: conforme la respiración se vuelve natural y serena, la mente se tranquiliza y equilibra.

LIDIAR CON LA MENTE.

Es de máxima importancia lidiar con la mente, pero no es una tarea complicada. Nada sucede por la fuerza en la meditación, nosotros no obligamos a la mente ni la forzamos a nada. No tratamos de “poner la mente en blanco”. Porque cuanto más tratemos de apartar los pensamientos de la mente, más pensamientos surgirán.
Por supuesto es correcto enfocarse en el Ser sin correr tras la mente, pero los pensamientos que la mente genera no son distintos al Ser, de hecho son uno mismo. Si podemos ver la mente desde esta perspectiva tendremos una buena meditación.
El consejo siempre es: respeta la mente, deja que la mente de tantas vueltas como quiera, no trates de controlarla. Sólo observa los pensamientos como aparecen y desaparecen, sin juzgarlos, sin retenerlos, dejándolos fluir siempre. La meta no es pelear con la mente, sino ser testigo de ella.

Permaneces en paz, consciente de que todo eres tú y tú eres todo.

viernes, 8 de febrero de 2013

PEREZA ESPIRITUAL


Mira la hormiga, perezoso,
observa sus caminos y sé sabio:
Ella, sin tener capitán,
gobernador ni señor,
prepara en el verano su comida,
recoge en el tiempo de la siega su sustento.

PROV 6:6-8

Es común en estos días que las personas nos encontremos bastante ocupadas en diversas labores que absorban gran parte de nuestro tiempo, dejándonos así pocas posibilidades de atender como se debe nuestra esfera espiritual. Sin embargo, son precisamente esas labores tan demandantes de nuestra vida, como la escuela, el trabajo, los quehaceres cotidianos, etc., las que nos deben impulsar a buscar un escaparate saludable para el alma, aunque ello requiera, muchas veces, un esfuerzo extra de nuestras energías.

La pereza espiritual hace referencia al descuido del alma y su relación con Dios. Se puede caracterizar por desgano general, ánimo mezquino, negligencia, ocio y continuo rechazo al sacrificio. Como toda clase de pereza, pone miles de pretextos para quedarse en su zona de conformidad, por así decirlo, y nos lleva poco a poco a un estado de egoísmo inconsciente cada vez más profundo y más difícil de dejar.
Podríamos pensar que la vida no es fácil (un engaño) y que lo primordial es atender las necesidades básicas. Cierto, pero por lo mismo este artículo va dirigido a personas con un camino espiritual ya recorrido, que también se encuentran viviendo una vida cotidiana luchando por no afanarse solo a las cuestiones materiales.

En nuestro mundo existen muchas actividades recreativas a nuestro alcance (cine, teatro, deportes) que nos gusta utilizar para relajarnos y distraernos, pero también tenemos nuestra vida espiritual que nos llena de satisfacción y nos renueva cuando fomentamos su crecimiento.
Es por ello que se hace necesario reflexionar en qué tanto atendemos nuestro espíritu y nuestra relación con la Deidad. Si bien es complicado encontrar el momento y el espacio para esta área, que a decir verdad es de las más importantes, será más complicada nuestra vida si no hacemos el esfuerzo por dedicarle el tiempo que merece. Además muchos tenemos un profundo sentido de reverencia por ciertos rituales, fechas o actitudes que merecen la pena conservar, siempre y cuando no sea acosta de nuestra salud física o emocional. No se trata de ningún modo caer en el extremo opuesto.

Dejar que la pereza espiritual nos invada es como dejar que nuestra casa se ensucie porque no “tenemos tiempo” para limpiarla. Nadie dice que es fácil, en un principio no lo es, pero se requiere esfuerzo y determinación para conservar una vida espiritual estable y tratar, en serio, de apegarse a las actitudes o tradiciones del camino que cada uno sigue y en el que tiene puesta su convicción.
Por esto debemos estar atentos, en cualquier momento nos podría pasar sin darnos cuenta. La solución es siempre mirar hacia adentro y ser realmente sinceros en lo que nos pasa y lo que queremos hacer. Si nos entusiasma dar buen fruto espiritual entonces es necesario trabajar en nuestro espíritu, pero antes trabajar la voluntad y el carácter hasta adquirir firmeza y constancia, reconociendo que cada segundo es una nueva oportunidad de crear y transformar nuestras vidas.